viernes, 3 de julio de 2009

LA MISIÓN DE LA IGLESIA

La palabra jerarquía, atendiendo a su etimología, tiene dos significados: poder sagrado y origen sagrado. Cuando nos referimos a la organización que el Señor dio a la Iglesia, entonces su verdadero significado, es el de origen sagrado y no el de poder o dominio como muchas veces se piensa. Entender el sacerdocio, el episcopado o el papado esencialmente como un ejercicio de poder es tergiversarlo y desfigurarlo.

Cuando la Iglesia se vuelve cómoda, pierde credibilidad

Por el Evangelio sabemos que los discípulos discutieron por una cuestión de rango. La tentación de dominio, propia de la juventud, estuvo presente desde el primer momento, y no se puede negar que en todas las épocas está presente esa misma atracción. Pero también, a la vez, está el gesto del Señor que lavó los pies a sus discípulos para prepararlos a compartir la mesa con Él, con el mismo Dios. El Lavatorio nos indica: “esto es sacerdocio, si no os agrada, no sois sacerdotes” O como también dijo a la madre de los Zebedeo “la condición es beber mi propio cáliz”, que es lo mismo que decir: hay que sufrir con Cristo. Si luego estaremos a su derecha o a su izquierda, no lo sabemos. Así que, por lo pronto, lo que sabemos es que ser su discípulo significa acabar junto al Señor compartiendo su mismo destino, lavar los pies a los demás, sufrir junto a Él, pues lo que hace realmente creíble a Cristo, desde un punto de vista puramente humano, es el sufrimiento. Y esto es lo que también hace creíble a la Iglesia. Por eso la Iglesia, cuando tiene mártires y confesores de la fe se hace más digna de crédito; cuando se vuelve cómoda, pierde credibilidad.

San Agustín siempre estaba dispuesto a “perder” su vida en cosas humildes porque sabía que así no la malgastaba

En San Agustín puede apreciarse muy bien esto, siempre estaba ocupado con menudencias, dedicado al lavatorio de pies y dispuesto a “perder” su preciosa vida en cosas humildes, pero sabía que con eso no la malgastaba. Esta sería la auténtica imagen del sacerdote. Cuando se vive así, rectamente, ser sacerdote no puede significar que, a fin, se ha alcanzado un puesto de mando, significa que se ha renunciado a un proyecto de vida para entregarse al servicio de los demás.