martes, 27 de abril de 2010

LA FUERZA DE DIOS EN NUESTRA DEBILIDAD

El Señor dijo que sus ovejas escucharían su voz y que, posteriormente, las enviaría al mundo en medio de lobos. Esto puede parecernos incomprensible, e incluso cruel, si nos quedamos simplemente en lo superficial de la idea. ¿Qué sentido tiene soltar a un cordero en medio de una jauría de lobos si no es para que lo degüellen?

No parece muy lógico, que el Buen Pastor que da la vida por su rebaño, lo sacrifique de este modo. Sin embargo, el Señor sabe bien lo que hace, es consciente de la facilidad que tenemos de dejar de ser humildes ovejas para pasar a ser cruentos lobos, y esto ocurre en el mismo instante en que permitimos que el orgullo herido se enseñoree en nuestro interior. Por ello recalca “Mirad” y añade: “que os envío como ovejas”. No dice en ningún momento como leones, que es lo que nos gustaría oír.

Aquí es donde entra en juego nuestra fidelidad, pues es muy fácil confiar en Dios cuando todo va bien, pero cuidado, qué difícil cuando nos vemos acechados por el mundo. Es entonces cuando se nos prueba y cuando tenemos que depositar toda nuestra confianza en Él y decir “Señor, por Ti, porque te amo, prefiero ser cordero que lobo, aunque tenga que ir al matadero. Si Tú fuiste por mí, ¿cómo no voy a ir yo ahora por Ti?”

Y es en ese instante cuando el Señor responde: “Sé lo que hago, no desmayes, persevera, que de este modo eres invencible”.

¿Invencible? ¿Cómo va a poder un cordero ganar la partida a un coyote? Imposible podríamos llegar a pensar. Pues bien, sí es posible. Dios puede y de hecho quiere hacerlo, pero para ello precisa de nuestra colaboración, nuestra docilidad a su Palabra. Como Santa María Virgen, que tuvo que dar un sí primero para que Dios pudiera hacer el plan de Salvación.

“Mirad que yo os envío como a ovejas en medio de lobos: sed prudentes como serpientes y sencillos como palomas” (Mt 10, 16)

Evidentemente, podríamos, en lugar de escoger esta opción, seguir nuestra propia voluntad, luchando con las mismas armas que los lobos que nos rodean. Es entonces cuando nos volvemos también chacales y el Señor se aparta porque ya no necesitamos de su defensa. Al decidir tomar nosotros las riendas de la situación, sin tenerlo a Él en cuenta, como respeta nuestra libertad, se aparta, no le permitimos que muestre su poder.

El Señor pastorea ovejas, no lobos. La fuerza de Dios se realiza siempre en nuestra debilidad. Esta es la razón por la que algunos no triunfan en el mundo, aunque lo que digan sea probablemente verdad, porque quieren convencer con las mismas armas que el lobo, es decir, no se dejan pastorear, no quieren ser corderos pues no se fían de Dios, sino que se fían más de su propia fuerza.

El Señor quiere que le dejemos actuar, y para ello nos exige dos virtudes: sagacidad, a imitación de la serpiente; y sencillez, a imitación de la paloma. El resto lo hará Él, pero sin estas dos disposiciones básicas, Él no puede actuar. Es bueno pedir, por tanto, en la oración al Señor por estas dos virtudes que ahora explicaremos, y así dejaremos que Él nos defienda de los lobos, que muchas veces son las personas que están a nuestro lado, que, aunque buenas, se ponen en nuestra contra, espoleados por Satanás que sólo pretende volvernos lobos y que nos apartemos de Dios.

La serpiente es sagaz, es el animal más listo del Paraíso, dice el Génesis, y cuando la atacan se enrosca y cubre su cabeza. No le importa que la apaleen o que le seccionen su cuerpo, pero ella siempre protege su cabeza. De la misma forma, debemos imitar a la serpiente protegiendo nuestra cabeza. “La fe –dice San Juan Crisóstomo –es la cabeza y la raíz; y si la conservas, aunque pierdas todo lo demás, lo recuperarás con creces”. Si actúas confiando en Cristo, y estás dispuesto a perder todo menos tu fe en Él, Dios te protegerá y saldrás airoso o menos perjudicado de lo que lo lobos hubiesen querido.

El que quiera perder su vida, la salvará, dice el Evangelio. Y el que quiera ganarla, actuando como los lobos, la perderá. Dios sólo quiere que no dejemos de ser oveja, que no perdamos la confianza en Cristo y que no dejes de ser sencillo. ¿Cómo puedo ser sencillo? No rebelándome, ni atesorando en mi interior odio o deseos de venganza. Porque, como dice el mismo San Juan Crisóstomo:“la sagacidad de la serpiente te hará invulnerable a los golpes mortales; la sencillez de la paloma frenará tus impulsos de venganza contra los que te dañan o te ponen asechanzas, pues, sin esto en nada te aprovecharía la sagacidad”.

En estos momentos de crisis económica, donde tantos familiares pueden volverse lobos contra nosotros, cometiendo contra nuestras propiedades o personas injusticias y otro tipo de codicias, la solución nos la da Cristo en el Evangelio de San Mateo: Prudencia (confianza en Cristo, estando dispuesto a perder todo menos nuestro apego a Él). Sencillez, pidiendo a Dios que nos ayude a no vengarnos, ni deseando en nuestro interior el mal contra nuestro hermano.

Nadie piense que estos mandatos son fáciles, pero tampoco imposibles de cumplir. El Señor conoce más que nadie la naturaleza de las cosas y sabe que la violencia no se vence con la violencia, sino con la oración y la mansedumbre. ■